viernes, 6 de julio de 2012

Por qué Esperanza Gracia debería dirigir el mundo



 Las cosas no pintan demasiado bien últimamente. Las palabras se han vuelto raras, y cuando las palabras son raras, las cosas no van nada bien. No hay más que entrar en cualquier bar, poner la radio, ir a una comida familiar, da igual, en cualquier circunstancia, tienes altas probabilidades de que te asalte una de esas palabras raras. Todos las escuchamos aunque la mayoría no tenemos ni idea del significado. Pero son contagiosas y uno no debería de extrañarse si de pronto se encuentra a sí mismo hablando de la prima de riesgo, de valores bursátiles,...etc. Las cosas han cambiado, antes uno podía permitirse el lujo de decir: “A mí la política no me interesa”. Qué tiempos aquellos, la verdad, porque a día de hoy más que no interesarte, te jode. No encuentro otro término más oportuno.

Por no hablar de la cantidad de siglas que se escuchan por ahí. Entre el PIB, el IPG, el IMG, el FMI, o el IBEX uno ya no sabe si estamos hablando de algún dispositivo nuevo de de Apple, de un modelo de impresora, de un festival de música, de una extensión de archivo, de un nuevo planeta o del perro del vecino. 

Pero eso no es lo peor que le puede ocurrir a las palabras, las palabras nacen, crecen, se reproducen y mueren. Y mueren de muchas maneras, algunas mueren por sobredimensión, es decir que mueren cuando su significado puede ser cualquiera menos el que es. Basta con observar lo que ocurre con la palabra “cultura”. La “cultura” se está volviendo todo menos eso. Todo empezó con una letra mayúscula, probablemente desde que a la cultura se le puso una “c” mayúscula por delante y se convirtió en “Cultura” inició un proceso letal por sobredimensión. Desde entonces tenemos la “Cultura” y la “cultura”, y después empezaron a aparecer todas las demás “turas”. Y guste o no desde que los intelectuales se pasean por los pasillos de ministerios con mayúscula, su cultura dejó de serlo, y se volvió “Cultura”. Seguramente que desde que existe un Ministerio de Cultura, la oferta de “Cultura” sea mucho más amplia, los periódicos pueden llenar su sección con turas mayúsculas para todos los gustos, y la cantidad de catálogos de exposiciones se han hinchado de páginas con textos de introducción firmados por ministros o secretarios de estado de Cultura que raras veces alguien lee. Entonces nadie se quejaba, los intelectuales ocupaban las presidencias de las fundaciones y los programas Culturales se llevaban a cabo, además nunca faltaba una foto para la prensa con algún ministro inaugurando tal o cual evento.

Y parecía que todo iba bien, cada comunidad autónoma tenía su Museo de Arte Contemporáneo, aprobado bajo decreto ley incluso antes de tener ni siquiera una colección, pequeñez que se solucionaba nombrando a un comité de expertos para que en 5 años cuando el museo estuviera en pie hubiese algo que enseñar. El mundo era bonito y la “Cultura” rebosaba, cualquier pequeño conflicto se solucionaba con una baronesa encadenada a un árbol y fuera. 

Primero fueron los “Ministerios de Cultura”, después los programas de “política cultural”, que viene a ser lo mismo que eso que hoy se llama “cultura de la subvención” (lo que no sé en este caso es cuál de estas dos palabras lleva la mayúscula: cultura o subvención). A mí personalmente me da igual que sea un banquero o un político el que inaugure tal o cual evento “Cultural”. La razón es que dudo mucho que desde que se le puso una mayúscula por delante a la cultura, podamos decir que la cultura con minúsculas sea de mejor calidad. Desde entonces sólo se ha hecho “Cultura” para baronesas, árboles y sobretodo para turistas. Las instituciones no son buenas, y la cultura institucionalizada simplemente da asco, la patrocinada será todavía peor, pero por lo menos fomentará la evasión fiscal. Y nunca se sabe.

Para mí el problema no es si subvención o mecenazgo, y para evitar más palabras raras simplemente diré que el problema es que la gente ya no se cree una mierda. Ese es el verdadero problema, y no es nuevo. Desde hace mucho tiempo que la “Cultura” se olvidó de la gente y se vistió de chaqué. 

No es tan difícil que la gente crea, básicamente lo que yo entiendo por cultura es una promesa que nunca se cumple. Lo más importante es que toda cultura es en sí inútil. Y claro que existen personas que todavía consiguen que uno siga creyendo en algo inútil que sabe que nunca se va a cumplir.

Si Esperanza Gracia fuera ministra de cultura otro gallo cantaría, estoy convencida. El horóscopo de Esperanza Gracia es uno de los últimos reductos culturales que sobreviven en este país. Esta mujer siempre tiene buenas noticias para todos los signos, no importa que estés en la última posición. Siempre que uno ve su programa se lleva consigo la certeza de una semana llena de amor, trabajo, y dinero. A quién le importa el desempleo, las hipotecas o cualquier tipo de desgracia si Saturno se encuentra con Venus. Puedo imaginarme a esta mujer en medio de un tornado asegurando a toda la comunidad mundial desde Capricornio a Sagitario que todo va guay. Y esto tiene mucho mérito porque la mayoría de las predicciones que se escuchan últimamente son malas, pero eso es muy fácil porque todo el mundo sabe que hay muchas más probabilidades de que las cosas empeoren. Y si a mí me dan a elegir prefiero mil veces una predicción de Esperanza Gracia que una real. 

Además si eres piscis, automáticamente te conviertes en “mi queridísimo piscis”, y si uno piensa en todos los méritos que tiene que hacer para que el vecino te diga “querida”, sale mucho mejor ser piscis y ver el programa de Esperanza Gracia.

Pues eso que si esta mujer se presentara para ser ministra de cultura, yo no lo dudaría. Y tiene sentido porque ya conocíamos la formula de “vamos a cambiarlo todo para que todo siga igual”. La nueva fórmula es “vamos a cambiarlo todo para que todo siga peor”. Pero yo desde luego prefiero la de Esperanza Gracia que sería algo tan sencillo como: “mejor no hacemos nada y que todo se vaya a la mierda por sí sólo”.