Hoy, o quizás ayer, sucumbí a un pequeño colapso espaciotemporal. Todo
empezó mucho antes, pero no sé el momento preciso en que perdí mi
agenda. Sí, hace más o menos un mes que tuve el valor de comprarme una
de esas libretas con cuadrículas y números, con la intrépida intención de
someterme a esos cuadraditos que unas veces sobran y otras acaban
cubiertos hasta el último milímetro de garabatos microscópicos e
imperceptibles para el ojo humano... Tengo mis días. Y eso que para
prevenir este fenómeno de cuadrículas menguantes tuve la brillante idea
de comprar un pilot 0.4 que me permite hacer las letras más diminutas
que cualquier artilugio inventado por el hombre y equipado de un
depósito de tinta, permite hacer. Y no es por hacer publicidad, tampoco
veo yo al Sr. Pilot muy necesitado de mi capacidad de divulgación, pero
lo que sí puedo afirmar es que este ingenio de la ciencia y la penicilina
están a la par entre los mayores logros de la humanidad. Yo lo tengo
muy claro: cuando muera quiero que me entierren con un pilot 0.4.
Una vez armada de pilot y agenda tuve el arrojo de mirar el calendario
de exámenes, y lo anoté en el lugar correspondiente. Puedo decir que
desde entonces todo transcurrió con cierto orden. Algunos días la agenda
y yo éramos uno solo, y otros me permitía cierta anarquía, y cuando ésta
empezaba a agudizarse sólo debía de volver a mi libreta. Hace poco,
en uno de estos achaques apunté una alarmante cuenta atrás que me
permitía divisar la hora H del día D, y actuar en consecuencia.
Y todo iba bien.
Pero el caso es que ayer martes, el mundo se empeñó en que era lunes,
y esto es algo extraño porque lo normal es que me ocurra lo contrario.
Tenía cita en el médico a las 18:30 y como de costumbre y a pesar
de disponer de 24 horas más, el tiempo me ganó la carrera mientras
buscaba mi agenda, que de haberla encontrado hubiera subsanado
aquel anacronismo en el que me encontraba. Pero no fue así y a las
18:25 salí de casa y cogí un taxi para no perder la cita. No es que mis
finanzas me permitan moverme siempre en taxi, algo que sí haré en
cuanto me toque la lotería. La gente se compra una casa cuando le
toca la lotería, pero en mi caso sería mucho más productivo guardar
mis riquezas para poder moverme en taxi toda la vida. Pero como
de momento no me ha tocado y sigo viviendo a contrarreloj uso el
taxi más de lo que me gustaría, hasta que se me acaba el dinero y
después la verdad que no sé como me las ingenio, supongo que
llegando tarde a todos lados, o no llegando.
Los taxistas de Madrid son un grupo variopinto en cuanto al
tipo de conversación que puede uno acabar manteniendo con el
taxista en cuestión. Hay filósofos, psicólogos, y debido a las
circunstancias de tráfico de Madrid los hay también cabreados.
Por eso siempre que cojo un taxi intento mantener una
conversación. Aunque no soy demasiado original iniciando este
tipo de diálogos y en este caso, como estábamos a 29 de Agosto
le dije: “Pues parece que ya está volviendo la gente”. Él no estaba
del todo de acuerdo y entonces le dije: “Claro, a lo mejor algunos
aprovechan el fin de semana”. Tampoco estaba de acuerdo.
Entonces empezaron mis sospechas cuando me dijo que el jueves
era día 1. Le pregunté si hoy no era 29 y por lo visto era así, más
desconcertada todavía, dije que este mes tenía 31 días. Claro
que el que sí debía de estar desconcertado era el taxista,
ante una cliente con semejante discordancia temporal. Y dije:
“Entonces...” Y menos mal que acudió a mi rescate no sin
cierto cabreo, (es normal uno ya tiene suficiente con su trabajo
como para tener que ir sincronizando a los clientes): “A ver,
hoy es lunes...”. Entonces salté: “¡Anda! Pues yo convencida
de que era martes...Entonces yo no voy a ningún sitio¿Me puede
dejar aquí?” Y salí de aquel taxi como en un limbo
espaciotemporal.
A lo mejor, hay personas que de haberle ocurrido semejante dislate,
se hubieran incluso alegrado de haber ganado un día, pero a mí ayer,
o quizás hoy, se me perdió el lunes, lo único es que este martes ha
sido un poco más largo de lo habitual. Y he dedicado el excedente
de tiempo a buscar desesperadamente mi agenda, que era lo único
capaz de resituarme en el lunes 29. Como no la he encontrado yo
sigo en mi martes 29, de lo que pasaré a un descorazonador
miércoles 31. Por eso hago un llamamiento a los diseñadores de
agendas para que no distribuyan los días con retículas menguantes,
porque no siempre los días tienen 24 horas.